LA PROMOCION DE ABOGADOS SEBASTIAN DARIO ARTÍLES UCAB 1976 1981 HOMENAJE A NUESTROS 35 AÑOS



LA PROMOCION DE ABOGADOS SEBASTIAN DARIO ARTILES: UNIVERSIDAD CATOLICA ANDRES BELLO  UCAB 1976 1981: ¿QUIÉNES ÉRAMOS?  ¿QUIENES FUIMOS?  ¿QUIÉNES  SOMOS AHORA?
Normalmente, cuando se llega a algún aniversario o fecha significativa en las vidas de los seres humanos, solemos conmemorarla con toda clase de plácemes o parabienes de las más variadas formas de expresión: cenas, fiestas, almuerzos, reuniones, palabras emotivas y cargadas de profunda añoranza y recuerdos variadísimos compartidos por quienes como  personajes de alguna escena, departimos el libreto, desde el primer acto  hasta aquel recordado último, para muchos entre los adioses y comienzos. Es cierto que nosotros, los protagonistas de ésta efeméride académica, en muchos de nuestros encuentros, hemos dado loas infinitas a la suerte de haber podido conocernos entre sí, y  ser parte de nuestras historias en esas mocedades y en los desarrollos experimentados con los años; hemos escrito homenajes  en cartas, papeles, menús, tarjetas, guías y agendas, tarjetas de navidad y demás, pasando por los correos electrónicos y redes sociales, que son ahora los nuevos invitados que departen  con nosotros minutos y segundos diarios,  no obstante ello, en esta oportunidad, quien les escribe estas brevísimas líneas, ha preferido honrar a nuestra promoción y a su caja de recuerdos, sobre la base de un relato que busca tratar de esbozar un retrato psicológico sobre los tres momentos de nuestra historia: quiénes éramos al inicio de esta mágica aventura de estudiar para “ser alguien en la vida” como nos enseñaban nuestros mayores; qué  fuimos al concluir nuestros estudios con el egreso de la casa de estudios y ese enorme archivo de esperanzas como único equipaje, y , tal vez, la que tenga una respuesta más difícil, quiénes somos ahora, luego de atravesar la meridiana del tiempo y sentir ya el sol del atardecer del vivir. No puedo, desde luego, pretender hablar por cuenta de todos los compañeros, ya que cada quien ha sido, sin duda su propio protagonista que busca en sí todas las respuestas, pero sí me permito hablar desde la perspectiva de haber sido intérpretes de una misma y única historia y, en muchos casos, de un mismo e idéntico fin, en lo que respecta al  hecho de querer ser, lograr ser, saber ser y seguir siendo esos abogados que hoy ya tienen treinta y cinco(35) años, fuera de sus edades cronológicas. Esto me anima pues a comenzar este relato hacienda la primera evocación:
¿QUIENES ÉRAMOS?                                                               
Muchos de nosotros, en promedio al final de 1976, veníamos de hogares en los que desde la sala y las mesas familiares se nos hablaba y se nos proclamaba un mundo en el cual, sobresaldría quien tuviera credenciales de trabajo, y quien alcanzare un título para ser, como dije antes, un “ser de bien y útil a la sociedad”; hogares todos en su mayoría, casi, de clases medias trabajadoras, surgidas de esa Venezuela que había vencido las dictaduras del pasado y trataba de encumbrarse siguiendo el halo de luz de la democracia que sonreía ampliamente desde el sol amanecido; muchos en su  mayoría, en ese final de año 1976 teníamos aun el rigor de las aulas de bachillerato, formados en los valores del tiempo y en el verdadero sentido de lo que fue ser niño y luego adolescentes, y no sobre estas últimas plataformas desechables  en las que el pensamiento gubernativo ha convertido hoy la naturaleza y sentir de un niño o adolescente. Hacíamos caso a nuestros mayores, y no nos enfundábamos  en una pantalla de juego en mutismo silente,  solo despertados por quitarnos el cable o audífono como sucede en estos tiempos. En esos escenarios de vida manual y más sencilla dirigimos la mirada a la “católica” en el argot coloquial, la  UCAB “Ut innotescat multiformis sapientia dei”(para que se conozca la multiforme sabiduría de Dios), para comenzar formalmente los estudios superiores de derecho, de  toda respetabilidad y honra, pero sin saber a ciencia cierta si la convicción y la vocación eran  las  acertadas,  bien que no fuera por tradición , por los numerosos abogados de las familias, por sucesiones en los escritorios y firmas;  muchos de nosotros en los turnos matutinos, compartiendo entre similares sobre sus alegrías, penas, éxitos, derrotas, buenas y malas notas quizá, las temidas reparaciones, arrastres y tener que repetir los años y quedarnos atrás, haciendo preferibles los círculos del infierno de Dante a semejante y tamaña “raya”, ¡era cuestión de valores¡ Crecíamos a la par, cronológica y académicamente; nos llega el turno(quien les escribe ya se había estrenado en ello), de compartir ese crecimiento en los horarios nocturnos,  con personas que nos llevaban de treinta y hasta cuarenta años de más en muchos casos, interesante concierto generacional, todos en búsqueda de las verdades, y muchos, intentando tener mejor suerte y mejor capacitación en la vida para, o bien dejar sus anteriores profesiones, o para “complementar”, en el dicho coloquial,  su nivel profesional en esa Venezuela furibundamente competitiva de entonces, y que a veces, en nuestras mocedades y candideces de esos primeros años, nos resultaba incomprensible, es decir, ¿ otros estudios además del derecho?  ¿Cómo era posible eso? ¿No se cansan acaso? Muchos de ellos nos dirían andando el tiempo:  he allí compañero amigo,  la superación, el argumento definitivo,  que como un espíritu les debía insuflar esas energías; y esas ilusiones que se iban forjando se materializaban cada vez que sobrevenían los triunfos, los nuevos rostros que danzaban así como en el carnaval de Schumann, los libros y sus olores a cosa reciente y bonita, al aroma inconfundible del papel mimeografiado, multigrafiado y copiado de entonces(réquiem para los multígrafos y relacionados hoy) y el legítimo sentimiento de admiración por todo lo nuevo y que, seguramente nos proporcionaría mayor conocimiento a nuestras mentes que aún no tenían esa  necesidad de “concretar” que nos embargaría en el futuro. Transcurrirían, entonces,  esos máximos intereses y creatividades formativas a lo largo de esos cinco (5) años, despidiendo los años setenta del siglo pasado y dando la bienvenida a esos años ochenta, de estreno total en esos momentos.
¿QUIENES FUIMOS?
Llegó 1981, la carga emocional enorme, las expectativas en su altísima temperatura, la sana competitividad compasiva se deslizaba entre nuestros corazones; ya queríamos cambiar de estatus, muchos para ascender, ingresar, mejorar, demostrar y hasta por qué no, presumir de los logros, cuando la regla aún era la tan valiosísima meritocracia, único legado posible (hoy tenida ella como una reina despojada, castigada y elegida de todos los dolores); llega el grado, las fechas, los apuros, las últimas clases, los últimos exámenes, las angustias auténticas por superar las metas, las últimas horas de saberse estudiantes y que con ese último acto de nuestras vidas, despedíamos para siempre a esos que sólo viven y permanecen impávidos en los viejos álbumes ahora rescatados del natural olvido para el whatsapp y redes sociales electrónicas de estos tormentosos primeros años del siglo XXI. Muchos de nosotros, a través de las expresiones emotivas y asustadizas de esos rostros de fotografía, sin mucho que exhibir que no fuera más que la recién y nuevecita adultez cronológica y de conocimientos adquirida, dominadores del mundo, capaces de ejecutar los más altos riesgos y las más avezadas aventuras,  juventud  osada y atrevida se nos decía, y  también juventud plena de esa   profunda ignorancia de no haber vivido, gozado, triunfado, sufrido, llorado y padecido  que tenían adosada las almas de esos nobles de toga de 1981;  nos acompañaba aun y de manera fuerte, como alergias incontenibles, el sentimiento de competir, de batallar para pacificar, de adentrarnos en la luz contra las tinieblas, de buscar la verdad y avasallar  la mentira, de tener entre tanto ídolo en el imaginativo al filósofo alemán de  Koenisberg, quien en su ideario kantiano nos  mostraba la realidad del universo que no podía cambiar y la moral en su interior que sí podía cambiar y acatar bajo los dictados de Dios. Y siguieron los años rodando como carrusel egocéntrico en medio de la placita perpetua de nuestras necesidades y ambiciones, y es aquí, como en el teatro de vida,  cuando surge la necesidad de concretar y concretar, de elegir y entrar,  en el ámbito espacioso a su vez de ofrecer un nuevo perfil en los conocimientos ya cercanos a la meridiana del sol de nuestras vidas; se suceden los postgrados, cursos, diplomados, programas, como ahora se denominan; nuevos títulos se asoman a nuestros propios horizontes, queremos perfeccionarnos, sin volver la vista atrás, a los abandonados,  profundos  y densos tratadistas, vecinos nuestros del pregrado ya pasado, todos  formales y tradicionales, en búsqueda del frescor de las teorías e ideas más novedosas y de los autores y doctrinas más agresivos y fuera de los marcos rectangulares del clásico que nos miran  con ojos de extrañeza
¿QUIENES SOMOS AHORA?
¡Qué tarea tan difícil, compañeros¡ , pretender abordar este último tópico, pero tenemos que decir, en nuestro descargo, que somos una generación de transición ,sobreviviente de aquel mundo manual e intermezzo que representaba ese largo registro experimentado, perturbado por el fenómeno más sorprendente que haya acusado la humanidad en tan poco tiempo: la tecnología y sus adláteres, todos emergentes y desconcertantes para muchos tal vez: redes sociales(Facebook, Instagram, Twitter, Telegram, Snatchat, Youtube y otras),  documentación electrónica, tabletas, ipad, iphone, laptop, correos, aplicaciones, telefonía inteligente; piénsese por ejemplo, cómo nos comunicábamos hasta hace poco para tener estos queridos reencuentros llenos de alegrías y nostalgias( llamadas a las casas de habitación u oficinas, o en los casos de avanzada bajo telex, y telefax , como vedetes de moda); en 2016 estamos en esta especie de cofradia del whatsapp, para “wasapear” o “chateo cifrado” para compartir desde fotos, videos y mensajes de chiquillería muchos, para revestirnos un poco de esos trajes del pasado que queríamos dejar en algún baúl sin fondo o para leer y reflexionar como este link al que podrán acceder y leer estas notas;  nos gusta estar con el modelo inteligente y ya ha sido objeto del criticismo puro, la dependencia y las adicciones a no dejar ese nuevo mundo para no quedarnos tras la sombra; no pudimos crecer  como ahora crecen las nuevas generaciones tras la pantallita y la tableta más sofisticada, y es precisamente bajo estos escenarios, cuando reflexionamos quizá: ya tenemos hartazgo de concreción, hartazgo de buscar cada día ese concepto tan perdido y preciado que es nuestro derecho; el sol ya nos da lumbre tras nuestras humanidades, de seguro es así, muchos nos especializamos, transformamos aquellos rostros asustadizos, de sorpresa, de esperanza y  de por venir, en caras presurosas de quien no tiene tiempo que perder y hasta nos consolidamos en los planos elegidos: gestoría, ejercicio, consultoría, judicatura, asesoría , enseñanza y academia; queremos  ahora  que nos dejen entrar , quitarnos los  sobretodos y colgar los paraguas  empapados de tanto éxito y de tanta decepción a la vez,  a las espaciosas salas de lo abstracto tan querido: queremos leer a Rawls y su teoría de la justicia , a Stammler y la naturaleza humana, a  San Agustín, sus confesiones y la Ciudad de Dios,  a Tomás de  Kempis y su imitación de Cristo; queremos descansar en una butaca bien mullida con una buena bebida para escuchar, desde el más melómano tema reciente (al menos que dejen por un videíto de youtube de Adele, Muse, Franz Ferdinand, O Halloran entre otros) hasta la más sentida y lacrimosa  aria de la “senza mamma” de  Suor Angélica pucciniana o la “desventurada y malograda Iphigenia” de Gluck;  ya no tanto procedimiento, ya no tanto lapso, ni días, ni contratos, ni oficios,  ni declaraciones electrónicas, ni correrías por embargos, cautelares y  demás persecuciones  propiciadas por este Moloch que engulle al País; nos atrevemos ahora a inventar, cocinar, diseñar, componer, tocar, escribir y hasta dar una mirada más piadosa que de costumbre  al prójimo que sufre. Ha cambiado nuestra forma de ver al mundo, respecto de aquel novísimo abogado de 1981; no es pecado ni crimen desear guardar y archivar, como los viejos álbumes, aquellas personalidades largamente edificadas y sus páginas de vida e historia y aquellos preciados y amados títulos, medallas, placas, broches, insignias, pergaminos; ¿tuvimos éxito en estos últimos 35 años aquellos noveles juristas de 1981? Si no enmarcamos ese éxito puramente en haber hecho dinero, la respuesta de seguro será afirmativa: si en alguna forma, todos esos conocimientos y experiencias han servido para hacer a otros tal vez un poco más felices en el entorno de lo imposible que puede llegar a  ser la justicia criolla probablemente lo logramos;  ahora, toca dejar la incógnita sembrada en nuestros ánimos: ¿qué  seremos luego de estos 35 años?  Dios en su infinita misericordia nos dirá.  Gracias por leerme. Se les quiere mucho.
JUAN CARLOS COLMENARES ZULETA Abogado UCAB 1976 1981. 
Caracas 30 de  julio 2016

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