ANECDOTARIO DE LOS CUARENTA AÑOS DE GRADUADO 1981 2021

 

MI PRIMER LIBRO (EL HIJO ANHELADO, INSPIRACIÓN Y OSADIA)

 

     Había egresado de abogado en la UCAB en 1981, trabajaba en la Contraloría General de la República desde 1980, ya había llegado al año 1987, andaba sumergido en el control fiscal, los temas de inspección, reparos, responsabilidades administrativas, dictámenes, resoluciones, en fin, en toda aquella vorágine que significaba la formación profesional y la sumisión a los criterios oficiales, muchas veces contrarios a esos naturales criterios personales que comenzaban a crecer en  el cerebro de un joven abogado aun, con mucha escuela por transitar, con  muchas vidas que vivir; fue en uno de esos episodios, creo recordar hacia finales de ese año, luego de una propuesta de resolución decisoria de un caso (algo así como una ponencia en tribunales, procuradurías o consultorías) la cual fue fuertemente cuestionada, hasta en estrados de jefes, superiores y directores inclusive; proponía revocatoria, justificaba mi decisión (o al menos lo que sería la decisión oficial); mi supervisión no daba la talla, no se asumía la defensa del trabajo, entraba en crisis al ver que no había solidaridad con lo que, de manera sustentada, estudiada y bien fundamentada consideraba la respuesta correcta y justa del asunto tratado; devuelven el proyecto, rehacer con la decisión contraria: confirmar sanciones y demás; recordé aquello de que “donde manda capitán no manda marinero”, no me quedó de otra, se rehízo, y para mayor humillación, bajo los textos copiados en lápiz de un tercero, imponiendo así el “criterio oficial”; terminó ese día laboral, regresé a casa, en mi oficina particular, mi despacho en la actualidad-gobernando y dirigiendo online-, pensé esa noche de 1987: detenidamente en lo que significaba escribir de mí para otros, sin censuras previas de terceros, asumiendo lo bueno o lo pésimo del mensaje; no era como hoy, que en cuanta red social nos apuntamos para escribir, disertar, narrar , dictar conferencias y hasta grabarse en los tik tok de este siglo xxi; tenía que ser por revistas especializadas, por columnas de periódicos, por medios que en ese entonces no eran de fácil alcance para todos (aunque en mis años de juventud universitaria hice mis pininos en revistas estudiantiles ucabistas) , algo de experiencia en artículos publicados en la revista de control fiscal o en la revista de la asociación venezolana de derecho tributario en ésta última en los años 89/90. Me faltaba algo, no tenía familia propia, mis compañeros ya casados tenían a sus hijos, les ocupaba su tiempo tal vez para entrar en otros mundos preocupantes más que el que yo quería ahora confrontar; y pensé y pensé: un libro? Sería capaz de hacer esa tarea? Miraba a mi alrededor de qué podría escribir si no tenía talento de novelista, de cuentero, de Teresa de la Parra, de Chocrón, Cabrujas, Gallegos, Uslar Pietri, en fin., en mi biblioteca de entonces, miré a un alto del estante(de ese mueble que ya está en otro uso ahora), ví y me vió, no sé, un autor que siempre me inspiró, en una copia fotostática empastada y rudimentaria,” Sucesiones y Donaciones”  de Gastón Montiel Villasmíl, el único libro conocido que hablaba de impuestos y más en concreto, del impuesto a las transmisiones gratuitas, mi obertura del derecho tributario con quien años más tarde me casaría; esa ordinaria copia, que me había regalado una abogado excompañera en el Ministerio de Hacienda en los años 1978 1979, Ángela Venegas de Montero(hoy fallecida) (esa copia  hoy la tiene en custodia otra colega, espero canjeársela por uno de mis ejemplares); fue el punto de partida de mi particular filosofía de protesta por la libertad que tanto ansiaba, la libertad de crear, y es , precisamente a partir de esa sumisión que consideraba como cultura de muerte, la que me hacía pensar, la que me hacía reclamar para  crear algo con vida ( It s a live) al estilo de las películas de frankestein (obviando lo terrorífico del personaje); fui redondeando la idea, leí en textos -no había internet en 1987- sobre cómo hacer un libro, cómo diseñarlo, como estructurarlo, qué temática sería interesante, y sobre todo, qué era capaz de escribir, con apenas 29 o 30 años y sin experiencia, pues ni había seguido un curso de postgrado en ese entonces. Durante 1988 tracé  esquemas, contenidos, agrupaba en carpetas los escritos y recuerdo que en ese año adquirí una máquina que era termofax , que escribía en papel térmico(que después hurtaron en una oficina mía). Acumulaba también rollos como los del mar muerto, que rápidamente se tornaban amarillos, un día redactaba, al final de la tarde, otro día lo dejaba, en fin , el proyecto iba acompasado con mis propios miedos y pasiones de esos años juveniles. Finalizaba 1988, me esperaba el inicio en el postgrado en la UCV en 1989, ingresé a la AVDT en ese año y hasta presenté una ponencia en 1989 de esa materia que formaba en mi libro, pero éste aun no nacía. Recuerdo también como en el mes de febrero y marzo de 1989 las más grandes lecciones de aquellos días de saqueos y toques de queda era el encontrarme en la intimidad con  mi primera creación, con mi primer hijo en formación. Finalizaba ahora 1989, venía una nueva década, la última del siglo XX, y ya entonces la creatura ya existía, el pensamiento del autor, con eso daba por engendrada mi obra, faltaba el nacimiento oficial, y, como sucede con la humanidad y nuestra tradición católica de salvación, debía tener un padrino un prologuista, alguien  que respaldara lo redactado en su juicio crítico y le diera esa suerte de don de vida; invité a Cecilia Sosa Gómez, para la época magistrado integrante de la Sala Político Administrativa de la entonces Corte Suprema de Justicia, le llevé en copias el libro, empastadas en azul, y en paralelo, después de visitar a unos cuantos editores, quien se interesó fue Paredes Editores en el proyecto; me apuraba por el prólogo, faltaba ese texto para imprimir y distribuir; la doctora Sosa me entrega el prólogo seis meses después , valió la pena esperar, así, el 07 de Febrero de 1990 (ya fuera de  Contraloría ese mismo año) y ejerciendo lo que sabía  o podía del derecho)  vió la luz mi obra, bello y empastado de lujo, recuerdo cómo lucía en los estantes de libreros del palacio de justicia entonces en el edificio pajaritos, lo ví en las manos de desconocidos que lo hojeaban, lo ví en manos de las personas y caminantes en las calles del centro de Caracas, lo ví en el metro, en la universidad, en las manos de mis compañeros del curso de postgrado de entonces, hubo personas que me felicitaron y hasta me señalaron que era una osadía mía escribir de derecho. Tres veces más llegué a un papá académico con mi creatura: en 1998 con Mc Graw Hill Interamericana de Venezuela, en 2003 con Lizcalibros, en 2011 con Lizcalibros, y en 2018 una vez jubilado como profesor de la UCV en una cuarta edición digitalizada que colgué en mi blog de internet, y pensando en una quinta edición como un EBOOK, tal vez.  Con ese libro se me abrieron muchas puertas, una de ellas la académica, otra el ejercicio profesional, otra las referencias y los casos, otra los cursos que vendrían con los años, mi vida profesional y personal dio un impresionante giro, llegaba a los 30 años con un libro, jamás lo hubiese imaginado ni en sueños, empezaba una nueva etapa en la carrera hacia la consolidación de un día. Nota curiosa, después de publicado, andando uno de esos días en la pecera de libros usados en el Edificio Zingg de la Avenida Universidad,  encontré un original de aquel inspirador  libro de Gastòn Montiel Villasmil.

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