ANECDOTARIO DE LOS CUARENTA AÑOS DE GRADUADO 1981 2021

 LA CONSULTORA DE ADIESTRAMIENTO CELOSA DE SU INSTRUCTOR

     Año 2010,  este relato es tal vez uno de los más picarescos y extraños que he detallado en estas breves notas conmemorativas de mis cuarenta años de vida profesional en el derecho; no podía faltar entre tanta anécdota como siempre, el tema académico, el tema consultor. Cuando daba clases en los programas de asesor tributario en el IDEPROCOP, en Caracas, cierta mañana de principios de ese año, me contacta por teléfono la secretaria general del instituto ya mencionado, para referirme que por esas instalaciones se habían presentado dos personas, en realidad dos propietarios de una firma de consultoría en adiestramiento de sector público, en búsqueda de un profesor/instructor para un curso inmediato de retenciones de impuesto sobre la renta al sector público, ya que el curso estaba programado para dictarse en esos próximos días, y ante la ausencia de candidatos, fueron remitidos hacia el IDEPROCOP de parte de la Escuela de Hacienda que previamente habían visitado, ya que, en palabras de la propia Escuela-según contaron-, ya no había en ésta ningún instructor localizable, pues ya no impartían clases allí y que todos hacían vida profesoral en el IDEPROCOP-cosa por demás muy triste, siendo la Escuela la máxima representante de las ciencias fiscales en el país-; así que hasta allá fueron para encontrar a ese candidato disponible. La secretaria general me contacta y me señala los datos empresariales de los solicitantes, aun así, para esa fecha ya estaba con compromisos académicos. Posteriormente, estos profesionales nuevamente me contactan, y se concreta en poco tiempo otra actividad de adiestramiento en la misma materia; según me informaron, ellos integraron  parte de un sistema oficial de adiestramiento publico pero se habían separado y generado su propia empresa a tal fin, y contaban con numerosos clientes todos del sector público (ministerios, gobernaciones, alcaldías, empresas del estado, fundaciones públicas, entre otros), y es así como comenzamos una relación clientelar estupenda entre ambos: excelentes relaciones profesionales, de amistad, de confianza mutua y de mucho trabajo por esos años. En el año 2011 trasladaron sus oficinas hacia otro sector más comercial y más accesible al público que eran también espacios extramuros de otra casa universitaria de Caracas. Recuerdo en esos meses, trabajamos muchísimo con grandes programas de adiestramiento en las materias de tributos; sucede que también en esos espacios hacían vida otras empresas de adiestramiento que arrendaban salones para sus actividades, entre saludos, desayunos, cafés, pendones y publicidad se va conociendo a otras personas y relacionados, en mi caso más, ya que he sido y soy aun un agente libre en el ejercicio de mi profesión y llegué a conocer a otros potenciales clientes en esas actividades. En una de tantas actividades con mis “encontradores”, conocí a una empresa similar que tenía su plantilla propia de adiestramiento y de instructores independientes y  en un intervalo de tiempo que tenía disponible, este nuevo cliente me contacta para que en el mismo lugar y en horarios y fechas distintas (y a su vez con participantes diferentes), les dictase un curso de los tributarios, de orden práctico para determinadas necesidades de trabajo; en horas de la mañana me presenté  muy temprano como siempre al sitio para dar inicio a la actividad, y en el hall de entrada estaba justamente sentado en frente uno de los gerentes de aquella buena empresa que me encontró en el IDEPROCOP, me ve, le saludo, y le comento sin malicia que estaba allí para atender a otro cliente que había solicitado mis servicios de consultoría en materia tributaria a lo que no me hizo referencia ni comentario alguno. Comenzó la actividad con el nuevo cliente, y en el receso de la mañana para que tomaran desayuno y café los cursantes, suena mi celular, me llamaba otro de los gerentes de la empresa que me encontró y muy molesto primero me increpó el por qué estaba dictando clases y aceptando dar clases a otros?  Y Textualmente acto seguido:  ¿No sabe usted todo lo que nos costó hallarlo para que otro se beneficiara? Sorprendido por tal escena telefónica, solo le manifesté que yo era un profesional en libre ejercicio, que solo me debía a mi trabajo, a mis clientes y a mi propia responsabilidad, y por supuesto le señalé que iba a continuar con mi actividad, con mi cliente sin haber traicionado ni micho menos dejar de prestar mis servicios a ellos, que con tanta buena relación habíamos mantenido esa unión fructífera para ambos. Regresé no sin estar contrariado a continuar con la actividad del día. Sonó el mediodía, bajaron los cursantes por grupos para almorzar, bajé yo también, no almorcé por el disgusto, y llamé al gerente que me había visto esa mañana al llegar y que de seguro informó al otro de mi “presunta traición”, le dije también ingratamente avasallado, que esa no era la actitud, que no les pertenecía, que yo no había firmado ninguna exclusividad con ellos como mis representantes o clientes, que no eran mis dueños de imagen y de trabajo, y también recuerdo que en ese mismo momento les cancelé un compromiso de curso que había concertado con ellos en unos días; colgué, me tomé un café en uno de los establecimientos cercanos y volví a subir a concluir la jornada de ese día para continuar al siguiente y terminar el curso. Con discreción absoluta, comenté muy superficialmente a mi nuevo cliente sobre el impase y pregunté con precaución si habían visto antes otra situación similar donde aquellos celosos hubieren tomado parte con sus instructores, a lo que según me señalaron que lo que ellos demandaban es que no se les “sedujera” a sus instructores por medio de la competencia. Finalizó esa jornada y en la tarde de ese mismo día, luego de despedirme y dar las gracias al nuevo cliente, recibo la llamada de aquel especie de “Otello trasnochado” para disculparse por su extrema metida de pata, para darme la razón y exclamarme textualmente: …”es que cuando alguien te conoce nunca te quiere  soltar”. Así pues, la celosa consultora de su consultor e instructor mostraba primero sus sentimientos posesivos y después la natural vergüenza por tan obsesivo gesto totalitario. Todo pasó, el curso cancelado se dictó, y seguí también con mi otro cliente en el mismo lugar y juntos mas no revueltos. Mi último trabajo de adiestramiento con los celosos fue hacia el año 2017, previo a los meses desastrosos que se vivirían después; supe que la empresa cerró y se marcharon de Venezuela, con mi otro cliente se trabajó hasta la llegada de la pandemia en 2020, de momento sin actividad con éstos. Había anotado por vez primera  en mi bitácora cómo se pelearon por mí una vez, al menos en lo profesional.

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